Francisco Orihuela, el elocuente y simpático vendedor
de empanadas de las playas de Acapulco, es un garbanzo de a libra. Los turistas
que lo grabaron para hacer visible su original forma para vender su mercancía
se percataron del potencial para hacerlo viral y no se equivocaron, aunque
quizá nunca les pasó por la cabeza que acabaría llamando la atención de quien es
considerado la mano derecha de uno de los hombres más ricos del mundo, Carlos
Slim.
En unas horas “el vendedor de empanadas” estaba en
los muros de Facebook, en las líneas de tiempo de Twitter y en los medios
tradicionales cumpliendo así el ciclo de la celebridad, que llevó al directivo
de América Móvil, Arturo Elías Ayub, a buscarlo a traves del propio entramado digital hasta dar con él en menos de 24 horas. Le hizo un ofrecimiento
de una beca y apoyo que los padres rechazaron, según su propia versión en
Twitter.
La historia de Francisco es anti climática, cuando las
multitudes imaginaban verlo contratado por una empresa internacional, becado en
una secundaria de la Ciudad de México o quizá como actor en comerciales de
alguna compañía de alimentos trasnacional, los padres, mesurados y serenos,
dijeron: “No, gracias”.
La historia imaginaria de las multitudes acabó de
cuajo y Francisco seguirá con su vida en Acapulco, apoyando al negocio familiar
como tantos jóvenes lo hacen de manera responsable y solidaria en este país. Ojalá que jóvenes como él fueran impulsados por el sistema educativo nacional
para apoyarles a construir con base en la educación y el trabajo un mejor
futuro.
La lección que deja la historia de Francisco es que
ni las redes sociales son solo para hacerse famoso, ni todos quieren serlo.
Dejemos ahora que Francisco sea feliz en Acapulco y dependa de él y de sus
padres, pues todavía es menor de edad, sacar provecho de su propio talento.
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