Nicolasa con su madre adoptiva Adeldai Córdova Martinez "ella es un miembro más de la familia", dice. |
Por Jesús López Sandoval
En la ranchería Gregoria Méndez
primera sección de este municipio de Comalcalco, Tabasco, la familia Córdova Martínez
convive con una cotorrita que aprendió, pese a no ser humano, entiende, actúa, comprende,
a convivir armoniosamente con este género , siendo considerada como un miembro
más de esta familia que la quiere, adora, cuida, como si en verdad fuera un
hijo más.
Desde hace 5 años llego a esta
vivienda cuando estaba tiernita, todavía sin emplumar y con el paso del tiempo
se fue adaptando a convivir, vivir la dinámica cotidiana de esta familia hasta
terminar ser aceptada como parte de un miembro más de esta comunidad, de esta
progenie, de este núcleo familiar que le ha dado el cariño y amor suficiente
para ser un miembro más.
Nicolasa, la cotorrita que llegó a la familia para quedarse para siempre. |
Aunque como cualquier ser humano también
tiene su genio, ya que cuando esta de mal humor, como cuando no la han
acompañado a dormir la siesta, empieza a amagar y querer decir algunas groserías
de su boca....perdón de su pico: "¡Puutito!", "¡Puu....!" o
también cuando llega un visitante que acapara la atención de la familia se
siente evadida, desplazada, le entra el celo, y cuando se retira si es mujer
empieza a despotricar contra la fémina y gritar: “¡Pu…tita!, ..¡puti…ta!” y si
es hombre el visitante comprende el género y le lanza improperios: “¡Puuutito!”.
Tiene su propio reloj biológico
como cualquier ser humano...ya caída la noche, alrededor de las 19 horas comienza
a llorar porque es la hora en que toma su café con su galleta de coco, "su
café debe estar tibiecito..." refiere su mamá adoptiva Adeldai Córdova Martínez,
que suelta la risa al recordar cómo es la rutina diaria de Nicolasa y añade: “y
momentos antes de la cena la pone a que haga popo.
Nicolasa duerme su siesta en la tarde en la cama |
Pero su actividad diaria
comienza desde muy temprano en la mañana comienza a las 5 de la mañana cuando
se despierta saliendo de su jaulita, donde duerme acompañado de un ventilador
para que no sufra los estragos del fuerte calor propios de Tabasco. A esta hora
se le da su besito de buenos días, -refiere, entre risas su mamá adoptiva, y se
le pasa a la cama para terminar de descansar.
A las 8 de la mañana se levanta
gritando desesperada que le den su café con galletas y a las 10 toma su pozol,
bebida típica tabasqueña, a las 11 horas se desayuno, le encanta huevitos
revueltos. El almuerzo a las dos de la tarde y come lo que le den, menos
lentejas o pescado que no le gusta, “nos damos cuenta porque grita enojada y lo
empieza a sacar con sus patitas del platito para tirarlo”, narra su hermano
Lorenzo Córdova.
Nicolasa tiene sus propios
trastecitos para ingerir su café o coca cola fría que también toma “¡la chispa
de la vida!, victima también, como los humanos, de la comercialización mundial
de esta gaseosa.
A la niña le encanta almorzar
su caldo de pollo, puchero, acompañado de verduras y termina el día bebiendo su
café acompañado de galletitas de coco y se le prepara para acostarla a dormir
primero haciendo sus necesidades fisiológicas como defecar y antes de acostarla
en su jaulita se le acaricia su pelo verde de 5 a 10 minutos y la pasean en el
hombro porque si no se lo hacen, comienza a insultar: “¡Putitas!”, comienza a
gritar.
Va ser difícil de superarlo cuando concluya su ciclo de vida, es como una hija, no es fácil,dice con un dejo de melancolía. |
Este escribidor le pregunta a
la propietaria de este emplumado que pasara cuando concluya su ciclo de vida: “¡Ni
pensarlo!”, exclama, ni quisiera saber que eso pueda suceder pronto, no lo superaría
tan fácil porque Nicolasa ha sido un miembro de la familia más junto con mis
dos hijos y mi mamá porque ella sabe que somos parte de ella, ¡no quiero ni
pensarlo!, ¡ni Dios lo quiera!, remató diciendo.
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