La comida es una bendición de Dios aunque muchos apenas pueden probar un bocado. |
Por Jesús López Sandoval
Comalcalco, Tabasco, diciembre 06.-Una mañana me encontraba desayunando
antojitos en el interior de un mercado público, cuando una mujer indigente,
joven, con fuerza en su cuerpo le pidió a un comensal que le regalara unos
centavos, gustoso y de manera amable el joven le dijo que dinero no le daba
pero si la invitaba a desayunar y esta asintió afirmativamente con la cabeza.
La propietaria de la fonda de comida le sirvió
en un plato el sabroso tamal de los llamado de masa colada con costillitas de
cerdo, además de un rico café con leche caliente, pero lo primero que hizo la
joven mujer es respingar: ¡oiga!, me está dando el tamal batido, así no me
gusta.
Incomodada la dueña de la fonda le contesto a
bote pronto: “¡limosnera y con garrote!, te están regalando la comida y le
estas poniendo peros”, mientras que los clientes sentados alrededor de la barra
murmuraban, hasta que una señora le replicó que así se sirve el tamal en el
plato, se quita la hoja y se pone sobre la cubierta, de todos modos se tiene
que partir con la cuchara para comerlo despacio y disfrutarlo.
Tú lo que quieres es dinero y no comida, volvió a
reclamarle la dueña del puesto de comida, eres malagradecida con la persona que
hizo el gasto para comprártelo, la comida es una bendición de Dios, no debes de
quejarte, tu sabes cómo está la crisis económica, mucha gente no tiene dinero
para comprar comida o echarse un bocado.
-Pues así no me gusta, volvió a quejarse la joven
indigente haciendo una mueca en su musculo facial de la cara, y mejor pidió que
se lo envolvieran en una bolsa de plástico, ya que mejor se lo va a llevar.
Molesta, la propietaria se lo sirvió para llevar al
mismo tiempo que exclamaba que no lo fuera a tirar a la basura.
La indigente tarda unos segundos parados sobre
la barra mientras lo apretaba discretamente con su mano derecha y se dio media
vuelta para retirarse del lugar, no sin antes dirigirse a un bote de basura y
ahí desprender el tamal ya pulverizado ante la mirada de asombro e incredulidad
de los comensales.
-Qué bárbaro, lárgate de aquí y no te vuelvas a parar por este lugar
porque te voy a correr, dijo en tono molesta la propietaria de la fonda de
comida, no sin antes amenazarla de decirle a la gente que acude al mercado que
no le de dinero.
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