Esta frase hecha por Jesucristo al
espíritu del enemigo después de haber ayunado 40 días y 40 noches en su estadía
por el desierto, habiendo sido previamente bautizado por Juan el Bautista,
expresan mas que la idea de un alimento material, la forma en que el hombre
debe confiar en su señor, el creador, que ha formado todas las cosas
precisamente para dárselas al hombre constituido como rey de la creación.
Jesús estuvo 40 días y 40 noches en el desierto justo antes de iniciar su ministerio. |
Por Jesús López Sandoval
Según el pasaje bíblico, Jesús de Nazaret tenía
hambre físicamente hablando porque su constitución física estaba debilitada al
no recibir alimento por ese periodo prolongado de 40 días, sin embargo, el
motivo por el cual el maestro de Nazaret se sometió a esa disciplina es lo que
lo mantenía fortalecido, esto es, hacer la voluntad del padre, de tal manera
que el espíritu del mal solo recibió una consecuencia de lo que él sabía
perfectamente recibiría.
Hay que recordar que nadie da lo que no
tiene, de ahí que Jesús tenía la fortaleza espiritual (aunque su cuerpo
estuviera hambriento y sediento de comida material), con lo cual el galileo enseña que el alimento más eficaz para el
hombre es hacer la voluntad del padre, por eso responde: “No sólo de pan vive
el hombre”, sino también de toda palabra que sale de la boca del padre, lo que
viene siendo el sometimiento a la voluntad divina y al seguimiento de su
palabra.
Para el Teólogo Marco Antonio Jiménez Olan
en la actualidad no se necesita ir al desierto para ayunar tantos días y tantas
noches sino más bien concentrarse en la presencia del Padre y pedirle que su voluntad se base
en nosotros y claro su voluntad se ve hacer si nosotros miramos el mundo con
los ojos con los que el padre los mira.
En el desierto, Jesucristo fue tentado por el Demonio pero no cedió a su capricho. |
Esto nos relaciona directamente con la
oración que el humilde carpintero nos enseñó a decir: “Danos hoy nuestro pan de
cada día… y hágase en nosotros tu voluntad”, (lo que quiere decir. Cúmplase en
mí tu palabra).
De manera que esta oración enseñada por el
hijo amado del Padre nos enseña que antes de decirles a sus discípulos, él
mismo los vivió.
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