Del corazón salen todas las palabras fue la expresión del nazareno ante quienes los juzgaban. |
Por Jesús López Sandoval
Es muy conocido el evento donde se expresa Jesús de esta
manera, él había sido invitado a un banquete y sus discípulos fueron hallados
culpables por los fariseos y maestros de la ley de no cumplir las leyes y
tradiciones, caso concreto no lavarse las manos antes de comer (medida
higiénica por cierto muy recomendada hasta nuestros días).
Sin embargo, el asunto
realmente no era que estos señores se preocuparan por cumplir la ley, guardar
las tradiciones y mucho menos preocuparse por la salud de los de los demás, al
contrario, lo que buscaron fue el momento propicio para colgarle a Jesús de Nazaret
una falla de orden reglamentario por no exigir la limpieza a sus discípulos y
el fiel cumplimiento de la ley.
Ocasión utilizada por
el divino maestro para enseñar a esos maestros de la ley, escribas y fariseos y
hombres de nuestro tiempo que el mal de la humanidad no está realmente afuera
sino profundamente clavado en el corazón del hombre y de ahí salen todo tipo de
palabras y actor que atentan contra el propio sujeto y los seres que lo rodean.
Dicho de otra manera,
si con lavarse las manos hasta los codos, permitiera limpiar nuestro interior,
que fácil seguramente, este mundo estaría en la ruta de la salvación, pero
lamentablemente no es así.
Es dentro de nosotros
mismos donde se desata la lucha más cruenta y por lo que Jesús tener mucho cuidado
porque de esta cloaca pueden salir dardos que hieren a los demás, mientras
nosotros nos seguimos lavando las manos al igual que Pilatos.
Lo que entre por la
boca sale por los intestinos, en cambio, lo que sale de nuestro corazón
atropella, hiere, asesina, por lo cual no es posible pensar que quienes creemos
en el maestro de Nazaret, somos asesinos de manos limpias.
Se recuerda ahora el
pasaje bíblico de Juan: 13:9, en donde Pedro pide que le sean lavado no sólo
los pies sino las manos y la cabeza, recibiendo por respuesta que quienes se
han bañado no necesita lavarse más que los pies.
Es una expresiva
señal de que quienes han sido lavado en las aguas del bautismo y en la sangre
del cordero solo requiere expresar con su corazón que la actitud ante la vida
es de acuerdo a lo que Jesús ha mandado, que se amen los unos a los otros”,
Juan 13:34.
Luego entonces, los
corazones del hombre deben salir actos de amor, deseos de paz, y
manifestaciones en la vida cotidiana con la mayor sencillez como aquél que nos
ha enviado a transformar el mundo siendo testigos suyos.
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