Foto tomada de Internet. |
Jesús López
Este pasaje bíblico recuerda el camino al
madero cuando las mujeres llamadas piadosas lloraban ante el suplicio rumbo al
calvario, al encontrarlas de frente y mirar el sufrimiento de ellas Jesús las
consuela pidiéndoles que no lloren por él sino más bien por sus hijos.
Porque ante esta injusticia y los malos
manejos de las autoridades judías así como él sufría, los hijos de ellas
podrían sufrir los atropellos de quienes debían ser los primeros en conducirse
de acuerdo con la ley, sin embargo, habían hecho de ella el espacio propicio
para acallar las voces incongruentes.
Jesús compadecido de las mujeres que
sinceramente lloraban por él, mirándole cansado, sudorosos, maltrecho cortando
la corona de espinas que los soldados romanos le habían colocado en su cabeza y
sobre todo cargando el pesado madero, al dirigirse a ellas las previene de la
posibilidad de sufrir injusticias porque el hombre inicuo no se mide para alcanzar
sus objetivos y está dispuesto atentar en contra de la misma vida de los demás.
También este pasaje nos recuerda la
exhortación de permanecer unidos al gran árbol que es el, porque el gajo que se
separa se seca y ya no sirve más que para echarlo al fuego, como hincapié a
otros momentos en el que el maestro de Nazaret indica que todo árbol que no da
fruto será cortado y echado al fuego.
La figura del árbol cuyo contexto bíblico
solo puede ser valorado cuando está vivo, verde, frondoso y da frutos, caso
contrario para nada sirve como la higuera la cual es repudiada por Jesús al no
dar frutos (simbolizando al pueblo de Israel y a los discípulos infértiles).
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